Viaje y Cultura

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jueves, 2 de julio de 2015

Brasilia, la herencia moderna de Niemeyer



Este mes se han cumplido tres años de la muerte del maestro brasilero de la arquitectura moderna, Oscar Niemeyer, quien vive y vivirá siempre en su legado. Como la capital de Brasil, Brasilia, el mayor proyecto que un arquitecto podría aspirar, construir una ciudad desde cero, la cual el año 2015 celebra 55 años desde su fundación. Y en ella, su obra prima, la catedral “Nossa senhora de Aparecida”, que rompe con toda estructura, una premonición futurista que aún hoy causa impacto. 

Texto y fotos Javiera Silva Abalos

Más allá de las sinuosas curvas de sus obras, él procuró transcender el tiempo y el espacio, trasladando al espectador a un presente absoluto, a través de la sorpresa y el quiebre de la rutina que el impacto de sus creaciones provoca. 

Junto al urbanista Lucio Costa, e inspirados en el arquitecto, vanguardista del momento, Le Corbusier, quisieron seguir la línea de la planificación, porque las ciudades no-planificadas tendían al hacinamiento y al caos, mientras que una urbe integralmente planificada podría ser una ciudad con una sociedad más igualitaria.

Así nació Brasilia, la nueva capital, que fue levantada en apenas 4 años y atrajo a ciudadanos del nordeste, del sur, y de otros países, en busca de más y mejores oportunidades. Desde entonces allí comenzaron a residir los ministerios, la sede de gobierno, las embajadas, y los organismos públicos. 
Luego de esta experiencia de hacer una ciudad desde cero, Niemeyer, reflexionó sobre el rol de la arquitectura en la vida de las personas, porque la teoría y el arte son una cosa, pero el influir en la vida de las personas, es otra cosa. 

“La arquitectura no es importante, importante es la vida”, dice Niemeyer el año 2012 en el documental “Brasilia: una utopía moderna. 1956-1960. Lucio Costa/Óscar Niemeyer.” como sintiendo y afirmando de alguna forma que antes y después de Brasilia marcó un giro en su vida, porque la obra de arte sin interacción no tiene sentido, aún más si la finalidad de la obra es construir una ciudad, donde sus habitantes es lo que la justifica.

Si bien no se puede negar de forma alguna la intención creativa y paradigmática de su arquitectura, algunos críticos no están de acuerdo con el estilo extenso y frio que caracterizó Brasilia en la práctica, pensada para movilizarse de carro, con grandes explanadas sin sombra, que en raros lugares llama al encuentro de personas. Esto se suma a la idea original que determinaba que hubiese barrios para vivir, otros sectores para trabajar, sectores de hoteles, de embajadas, etc, zonificando la ciudad de acuerdo a sus funciones, limitando la espontaneidad tan característica del pueblo brasilero. 

Pero la verdad es que casi no existe un ejemplo como este de planificación urbana en el mundo, lo que junto a la visión de Niemeyer de que la arquitectura tiene que ser diferente, procurando crear sorpresa, ubica hasta la actualidad a Brasilia como una capital moderna y con trazos futurísticos, proyectados en los tiempos del ángulo recto del Bauhaus, dejando a toda la academia más que perplejos. 

El auge de la popularidad de Niemeyer se dio en los años 50, luego de que el entonces intendente de Belo Horizonte, que luego iría ser presidente, Juscelino Kubitschek, le encomendara las construcciones al borde de la laguna artificial la Pampulha, rompiendo todas las estructuras concebidas hasta entonces. Creó una iglesia totalmente asimétrica, sin esquinas, que desde fuera asimila esferas de diferentes tamaños. Iglesia de San Francisco de Asís, terminada en 1943 y que lo hizo famoso en todo Brasil. Fue en el proyecto de Pampulha donde concretizó el fascinante mundo de las curvas y formas diferentes que el concreto armado ofrece. 




Algunos años después el entonces presidente le encargó la construcción de los principales edificios de la designada capital, junto a Lucio Costa, en el Planalto Central de Goiás, una planicie desértica a más de 1000 metros de altura, al interior del país, con la intención de descentralizar y llevar el crecimiento económico más allá de su costa. 

Mirada desde arriba la ciudad parece un avión, formado por dos ejes: el monumental de este a oeste y el residencial de norte a sur. Quebrando otro paradigma, el del punto de vista, ampliando las posibilidades y las perspectivas.


En el eje monumental se sitúan los edificios íconos de la ciudad, proyectados por Niemeyer, como la Plaza de los Tres Poderes, donde se encuentran el Congreso Nacional, el Palacio de Planalto (lugar de trabajo del Presidente de Brasil) y el Tribunal Supremo. También están el Palacio de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores) y La Explanada de los Ministerios, filas de edificios exactamente iguales que recuerdan a la ex unión soviética. Al final se levanta la Catedral Metropolitana “Nossa Senhora de Aparecida”. Y de norte a sur se extienden sus alas, donde se encuentran las llamadas súper cuadras, que agrupan conjuntos de edificaciones enormes, con plazas y centros comerciales cada cierta cantidad de personas. 

La Catedral de Brasília es su obra paradigmática, donde la concepción estructural es llevada al máximo de sus posibilidades. Una estructura hiperboloide construida de hormigón, que asemeja a dos manos entrecruzadas direccionadas hacia el cielo. 

 
El edificio tiene una estructura de dieciséis pilares que parten de una base circular de setenta metros de diámetro, rodeada por un espejo de agua. Las columnas suben haciendo una curva hasta tocarse unas con otras. Un ejemplo de cómo el concreto puede transformarse en una obra de arte a gran escala y un centro de atracción turístico.
 
La entrada a la Catedral traslada al visitante al subsuelo, pasando por un túnel oscuro, y luego abriéndose frente de sí un mágico y deslumbrante juego de luces con tonos azules que los vitrales proyectan. El monumento exterior es tan solo una parte de la obra final, y al adentrarse en ella un sinfín de posibilidades se abre. Sus paredes redondas generan un impacto sonoro y visual que hace de ese momento una verdadera experiencia.

 “Lo que me atrae es la curva libre y sensual”, dice Niemeyer en más de una entrevista, inspirado en las montañas, en las olas del mar y en el cuerpo femenino. Panorama que apreciaba desde su ventana en Copacabana, Río de Janeiro, hasta el día de su partida el 15 de diciembre de 2012, diez días después de cumplir 105 años. 

Ha dejado detrás de sí un universo creativo que ha influenciado e influenciará aún por mucho tiempo a otros arquitectos de otros tiempos y otros mundos, porque Niemeyer marcó un hito en la arquitectura moderna latinoamericana y extendió su lema hasta otros continentes, intentando integrar lo escultórico con lo arquitectónico, pretendiendo grabar en las paredes de sus obras lo maravilloso del arte y lo social de la arquitectura.





Ficha técnica Catedral de Brasília:
Arquitecto: Oscar Niemeyer
Año: 1970
Tipo de projecto: Religioso
Status: Construído
Materiales: Concreto e Vidrio
Estructura: Concreto
Localización: Brasilia, Brasil

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