Este mes se han cumplido tres años de la muerte del
maestro brasilero de la arquitectura moderna, Oscar Niemeyer, quien vive y
vivirá siempre en su legado. Como la capital de Brasil, Brasilia, el mayor
proyecto que un arquitecto podría aspirar, construir una ciudad desde cero, la
cual el año 2015 celebra 55 años desde su fundación. Y en ella, su obra prima,
la catedral “Nossa senhora de Aparecida”, que rompe con toda estructura, una
premonición futurista que aún hoy causa impacto.
Más allá de las sinuosas curvas de sus obras, él
procuró transcender el tiempo y el espacio, trasladando al espectador a un
presente absoluto, a través de la sorpresa y el quiebre de la rutina que el
impacto de sus creaciones provoca.
Junto al urbanista Lucio Costa, e inspirados en el
arquitecto, vanguardista del momento, Le Corbusier, quisieron seguir la línea
de la planificación, porque
las ciudades no-planificadas tendían al hacinamiento y al caos, mientras que
una urbe integralmente planificada podría ser una ciudad con una sociedad más
igualitaria.
Así nació Brasilia, la nueva capital, que fue
levantada en apenas 4 años y atrajo a ciudadanos del nordeste, del sur, y de
otros países, en busca de más y mejores oportunidades. Desde entonces allí
comenzaron a residir los ministerios, la sede de gobierno, las embajadas, y los
organismos públicos.
Luego de esta experiencia de hacer una ciudad desde
cero, Niemeyer, reflexionó sobre el rol de la arquitectura en la vida de las
personas, porque la teoría y el arte son una cosa, pero el influir en la vida
de las personas, es otra cosa.
“La arquitectura no es importante, importante es la
vida”, dice Niemeyer el año 2012 en el documental “Brasilia: una utopía moderna.
1956-1960. Lucio Costa/Óscar Niemeyer.” como sintiendo y afirmando de alguna
forma que antes y después de Brasilia marcó un giro en su vida, porque la obra
de arte sin interacción no tiene sentido, aún más si la finalidad de la obra es
construir una ciudad, donde sus habitantes es lo que la justifica.
Si bien no se puede negar de forma alguna la intención
creativa y paradigmática de su arquitectura, algunos críticos no están de
acuerdo con el estilo extenso y frio que caracterizó Brasilia en la práctica,
pensada para movilizarse de carro, con grandes explanadas sin sombra, que en
raros lugares llama al encuentro de personas. Esto se suma a la idea original que
determinaba que hubiese barrios para vivir, otros sectores para trabajar,
sectores de hoteles, de embajadas, etc, zonificando la ciudad de acuerdo a sus
funciones, limitando la espontaneidad tan característica del pueblo brasilero.
Pero la verdad es que casi no existe un ejemplo como
este de planificación urbana en el mundo, lo que junto a la visión de Niemeyer
de que la arquitectura tiene que ser diferente, procurando crear sorpresa, ubica
hasta la actualidad a Brasilia como una capital moderna y con trazos
futurísticos, proyectados en los tiempos del ángulo recto del Bauhaus, dejando
a toda la academia más que perplejos.
El auge de la popularidad de Niemeyer se dio en los
años 50, luego de que el entonces intendente de Belo Horizonte, que luego iría
ser presidente, Juscelino Kubitschek, le encomendara las construcciones al
borde de la laguna artificial la Pampulha, rompiendo todas las estructuras
concebidas hasta entonces. Creó una iglesia totalmente asimétrica, sin
esquinas, que desde fuera asimila esferas de diferentes tamaños. Iglesia de San
Francisco de Asís, terminada en 1943 y que lo hizo famoso en todo Brasil. Fue en
el proyecto de Pampulha donde concretizó el fascinante mundo de las curvas y
formas diferentes que el concreto armado ofrece.
Algunos años después el entonces presidente le encargó
la construcción de los principales edificios de la designada capital, junto a
Lucio Costa, en el Planalto Central de Goiás, una planicie desértica a más de
1000 metros de altura, al interior del país, con la intención de descentralizar
y llevar el crecimiento económico más allá de su costa.
Mirada desde arriba la ciudad parece un avión, formado
por dos ejes: el monumental de este a oeste y el residencial de norte a sur.
Quebrando otro paradigma, el del punto de vista, ampliando las posibilidades y
las perspectivas.
En el eje monumental se sitúan los edificios íconos de la ciudad, proyectados por Niemeyer, como la Plaza de los Tres Poderes, donde se encuentran el Congreso Nacional, el Palacio de Planalto (lugar de trabajo del Presidente de Brasil) y el Tribunal Supremo. También están el Palacio de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores) y La Explanada de los Ministerios, filas de edificios exactamente iguales que recuerdan a la ex unión soviética. Al final se levanta la Catedral Metropolitana “Nossa Senhora de Aparecida”. Y de norte a sur se extienden sus alas, donde se encuentran las llamadas súper cuadras, que agrupan conjuntos de edificaciones enormes, con plazas y centros comerciales cada cierta cantidad de personas.
La Catedral de Brasília es su obra paradigmática,
donde la concepción estructural es llevada al máximo de sus posibilidades. Una
estructura hiperboloide construida de hormigón, que asemeja a dos manos
entrecruzadas direccionadas hacia el cielo.
El edificio tiene una estructura de dieciséis pilares
que parten de una base circular de setenta metros de diámetro, rodeada por un
espejo de agua. Las columnas suben haciendo una curva hasta tocarse unas con
otras. Un ejemplo de cómo el concreto puede transformarse en una obra de arte a
gran escala y un centro de atracción turístico.
La entrada a la Catedral traslada al visitante al subsuelo,
pasando por un túnel oscuro, y luego abriéndose frente de sí un mágico y
deslumbrante juego de luces con tonos azules que los vitrales proyectan. El
monumento exterior es tan solo una parte de la obra final, y al adentrarse en
ella un sinfín de posibilidades se abre. Sus paredes redondas generan un
impacto sonoro y visual que hace de ese momento una verdadera experiencia.
“Lo que me atrae es la curva libre y sensual”, dice
Niemeyer en más de una entrevista, inspirado en las montañas, en las olas del mar
y en el cuerpo femenino. Panorama que apreciaba desde su ventana en Copacabana,
Río de Janeiro, hasta el día de su partida el 15 de diciembre de 2012, diez
días después de cumplir 105 años.
Ha dejado detrás de sí un universo creativo que ha
influenciado e influenciará aún por mucho tiempo a otros arquitectos de otros
tiempos y otros mundos, porque Niemeyer marcó un hito en la arquitectura
moderna latinoamericana y extendió su lema hasta otros continentes, intentando
integrar lo escultórico con lo arquitectónico, pretendiendo grabar en las
paredes de sus obras lo maravilloso del arte y lo social de la arquitectura.
Ficha técnica Catedral de Brasília:
Arquitecto: Oscar Niemeyer
Año: 1970
Tipo de projecto: Religioso
Status: Construído
Materiales: Concreto e Vidrio
Estructura: Concreto
Localización: Brasilia, Brasil